23 de julio de 2011

Talla universal

 Me estaba helando de frío mientras sacaba al perro a las 9 de la mañana. Sentía ese airecito que se agradece a las dos de la tarde, pero que tan temprano te hace odiar a la humanidad. Fue en ese momento cuando me puse a reflexionar y caí en que, a lo largo de nuestra vida, de una manera u otra, todos terminamos sintiendo las mismas cosas pero por distintos motivos.

Todos empezamos correteando a la hora del recreo cuando somos pequeños y terminamos yéndonos a la cafetería de la universidad para comprar algo de comer (o para quedarte toda la mañana ahí) cuando ya somos mayorcitos. Muchos hemos pasado de jugar a los gogos a ir a un parque a hacer botellón y, posteriormente, a quedarte un sábado por la tarde estudiando (aunque estos dos últimos ejemplos aún siguen siendo practicados).
Todos sabemos lo que es sentirse decepcionado, la horrible sensación que es decepcionar a alguien importante. Todos nos hemos creído enamorarnos de pequeños y nos hemos reído de mayores al saber lo que es el amor de verdad (ni punto de comparación ¡vamos!).

Todos sabemos lo que es sentirse mal. El daño que hace una palabra mal dicha o una palabra que nunca se dijo. La sensación de no saber si lo lograrás, el dudar de ti mismo, no creer en ti. Pero luego, sin darte cuenta, tu instinto depredador hace que sigas luchando en el ring.
Pero también todos sabemos, qué es eso de ser feliz, cómo es el sentirte parte de algo. Que te quieran. Qué significa estar vivo.

Así que, poco a poco llegué a mi deducción matemática de extrarradio de que: los sentimientos tienen una talla raramente universal.
Y tras mi gran descubrimiento, volví a casa corriendo porque ya no sentía los deditos de los pies...

1 comentario:

  1. Ciertamente no somos tan distintos los unos de los otros, el ser humano que es maravillosamente imperfecto.:) Me gusta como escribes tía!

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