13 de septiembre de 2011

Consejo de guerra

No sé si habrá sido el Karma, Dios, Alá, Buda o simplemente un conjunto de desastres, pero yo hoy: ¡me cago en todo lo que se menea!.

Son las 10 de la mañana y llevo desde las 8 dando vueltas en la cama odiando a la humanidad. ¿Por qué? Porque hoy se ha decidido que por mi barrio cortar el césped y recoger la basura ha de hacerse el puto mismo día, y no a la vez, no; sino con un cuarto de hora de por medio, no sea que te llegues a volver a dormir. Odio el ruido del cortador de césped y la imagen del puto hombre (lo siento, él no tiene la culpa, pero le odio también) sentado encima del cacharro ese feo lleno de verde hasta las cejas con un mono amarillo y azul chillón; y con unos cascos de esos naranja butano que abultan más que su cabeza, al igual que las gafas ridículas que lleva. Es que es acordarme de la pinta que llevan y venirme a la cabeza esa mierda de ruido.

Pues bien, me planto así en las ocho y media. Yo -más cabreada que un buitre sin nada que rumiar- me pongo la almohada encima de la cabeza como hacen en las pelis. Así estoy un rato, algo incómoda pero sin ruidos, claro. Y cuando ya vas notando que el sueño te va viniendo y que, por fin, podrás descansar: ¡ZAS! Tus adorables vecinas bajo tu ventana gritándose -porque es sabido que las señoras no hablan, gritan, pues a mayor tono de voz, mayor es la razón que llevas-. Se cuentan que una, A, tuvo que ir al médico y le mandó tal medicamento, pero claro, “qué calor hacía porque es que últimamente el tiempo está loco”. -cualquier momento es bueno para hablar de cosas tan importantes como el tiempo-. Mientras B le dice “es verdad, hija"; -en este momento le pone la mano sobre el brazo dándole golpecitos y prosigue: "yo el otro día con mi nieta en el parque, es que no se podía ni estar a la sombre, me la tuve que traer a casa porque vamos...”. Cualquier momento es bueno para exagerarlo todo.

A estos chillidos se añaden los de los maridos que, para no variar, hablan de fútbol; los chillidos de las señoras que se encuentran al otro lado de la calle a A y B y tienen que saludarlas, no vaya a ser que no las saluden y empiecen a cotillear de ellas, claro. Y yo pienso: “pero si ya la ponen a caldo señora, no me interrumpa más el sueño, ¡¡¡por lo que más quiera!!!”.

Total, que cuando las señoras se van -pongamos que son las 9- parece que ya una se puede dormir tranquilamente. Das unas cuantas vueltas en la cama, encuentras tu posición y cuando te quieres dar cuenta, te plantas en las 10 de la mañana con un ruido semejante al que haces cuando te lavas los dientes, pero más fuerte. A este ruido le siguen unos golpes y: ¡Eureka! Tu padre hoy se siente el barbudo de bricomanía y ahí está: lijando y dando golpes con un martillo en el salón, a las 10 de la mañana -lo repito- en tu última semana de vacaciones. Y el tío tan tranquilo, sin problemas de conciencia, oye. ¡Si es que ni tu padre te deja dormir ya, cojones!

Así que aquí me encuentro volcando toda mi ira en el pobre teclado de mi portátil, sin haber asomado la cabeza por el salón, porque, como la asome, lo mismo me cargo al barbudo de bricomanía y se terminó el programa, que ya va siendo hora, coño, que lleva años comiéndole la cabeza a la gente y claro: luego mi padre lo imita y, mira, un consejo de guerra tendré que montar.

Es por esto por lo que me pregunto si habré hecho algo malo en otra vida. Y es por esto por lo que sé que hoy tendré un día curioso, porque si ya empiezo cabreada... malo... MA-LO.

2 comentarios:

  1. De seguro ese día ya llegó a termino en la península, desde aquí y a pesar de todo, lo bueno es la contextura del relato, tan real y real el cuento, que uno solo lo disfruta y no sufre lo que su víctima, pero siempre nos sucede lo mismo, el sonido ajeno es siempre ruido y a destiempo, los dormilones siempre tienen esas cuestiones de intentar ponerle silenciadores a las sábanas, y por las noches hasta con los murciélagos dicen estar en opera. Levántese temprano, ayude al hermano municipal, póngale buena música, y a este paso, usted será una vieja mañana, enferma de esas de rabieta, que se enferman de circulación. Dios te dé salud, y a mi no olvide. VALE (Así saluda Cervantes en su prólogo)jorge

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  2. A quien madruga dios le ayuda.....

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