31 de julio de 2011

Lo sé

Sé que cuando agachas la cabeza es porque te sentiste mal. Que te muerdes la lengua cuando estás concentrado. Sé que duermes en el lado izquierdo de la cama, que tienes la costumbre de llevar las gafas en la cabeza (antes en el cuello) aunque no haga sol. Sé que te pones tu bolsita de ADIDAS en el hombro derecho. Que te saco de tus casillas en ciertas ocasiones.

Reconozco la cara que pones cuando has recordado algo gracioso. Cuando intentas tomarme el pelo pones cara de "es mentira" y siempre te pillo en un renuncio. Sé los lunares que tienes en la espalda y en el cuello. Lo que te gusta que te muerda la cabeza y que te haga "llaves mortales". 

Sé que tu perfil bueno es el izquierdo. Cuál es tu cara de circunstancia y cuál es tu voz de arrepentimiento. Sé con qué cubierto comes cada comida, los platos que prefieres dependiendo de lo que hayas preparado para comer y que siempre bebes un vaso de agua al cenar. Sé que adoras el color rojo de la carne cruda. Que te gusta comer los helados a mordiscos y que siempre dices "la azúcar" y "los chuches". Me encanta comos pronuncias la "ch". Tu triple "p" de por las noches.

Sé el orden en el que te das tus cremas (cara, cuerpo y manos). Que te gusta ir con la toalla atada a la cintura. Que no puedes vivir sin crema de manos y que odias tender la ropa. Sé que te agobian los baños sucios y que te pone histérico que grite tanto por una araña. Que no puedes con las faltas de ortografía.

Sé que según llegas a casa enciendes el ordenador y miras los periódicos y Twitter para saber "qué ha pasado en el mundo". También sé que pones la radio simplemente para escucharla de fondo porque el silencio total te agobia. Tu pasión por la Fórmula 1, por la selección española y por tus libros de pragmática e historia.

Sé que te gusta tocar la batería y la guitarra imaginaria estés donde estés. Que a veces pones únicamente los solos de guitarra para tocarlos mientras estamos sentados en el coche aparcado en cualquier parking, con las ventanas cerradas y el motor apagado.

También sé que te agobian las camisetas largas y los pantalones que te hacen caderas. Que no puedes vivir sin tu "zamarra de pastor" y tus "botas de parecer más alto". Sé que que te encanta la horchata bien fría, la fruta madura, los plátanos más bien verdes y que en invierno no te resistes a los bollos de la cafetería de la universidad. Sé que te gusta la coca-cola sin gas y el café solo, con hielo y con mucho azúcar. EL vino tinto fresquito.

Suelo reconocer tu estado de ánimo por cómo te acercas a mi cada vez que nos vemos. Que pones la música que me gusta para complacerme y que me dejas conducir desde el asiento del copiloto porque me hace ilusión. Sé que te lío la cabeza con la distinción entre azul marino y negro. Que no te importa nada conjuntar tu camiseta con los calzoncillos, y cuando lo haces me lo enseñas con la misma ilusión con que un niño pequeño enseña un dibujo a su madre.

Pero a pesar de saber tanto sobre ti hay algo que nunca sabré hacer y eso es lo que más miedo me da.

30 de julio de 2011

...

Pasa todo tan jodidamente deprisa que al final no sabes ni lo que dijiste ni lo que no. No sabes ni si escuchaste bien o no. Pero en ese momento da igual: solo quieres soltarlo todo, decir tu verdad. 
Hablas sin sentido, no escuchas, gritas... y luego viene el arrepentimiento. Te pone el puto enano verde un sello en la cabeza que dice: culpable.
Y ya no sabes si lloras de rabia, de dolor, de miedo, de culpa o de todas las cosas a la vez.
Y ahora el puto dilema: llamar no llamar. Aún sigues odiando por dentro, pero cada vez te sientes peor y solo quieres solucionarlo todo.
Putos sentimientos, ¿porqué no vendremos con instrucciones, joder?
Puta imbecilidad...

28 de julio de 2011

Off

Aparte de la luna hay más cosas que me relajan. Que me llevan a ese estado en el que la mente se queda en blanco. En ese momento en el que no piensas en nada. Ni en lo que te hace feliz ni en lo que no. Ni en la discusión con tu hermano ni en si tu madre te obliga a hacerle recados de nuevo.
Simplemente no piensas. Tu mente está en modo off. Ya puede estar pasando cualquier cosa que tu sigues ensimismada en tu más absoluta tranquilidad.
La lluvia, por ejemplo, tiene un efecto balsámico en mi. Siempre que llueve me tumbo en mi cama y miro por la ventana. Veo como caen las gotas de agua encima de las hojas, que se mueven a causa del viento y de la fuerza con la que caen. Soy capaz de estar horas y horas mirando por la ventana, sin que nada más importe. Si no estoy en casa y está lloviendo y siento que necesito un tiempo muerto; miro como las gotas de resbalan por los cristales del coche o como hacen esas ondas en los charcos.

Otro modo de relajarme es romper una hoja muchas veces en partes iguales. Es un modo de escapismo, de concentrarme en algo diferente, de dar un respiro a mi cabecita. Arranco una hojita de cualquier matorral y la doblo por la mitad. Y así sucesivamente hasta que ya no puedo doblarla más. Entonces la tiro y vuelvo al mundo real.


Pero sin duda alguna, una de las cosas que más me relajan es mi perro. Mi chucho. Mi orejotas. Mi pitu. Mi perro sexy. Mi vaca... Me encanta oír sus pezuñitas por el pasillo, ver como abre la puerta con su hocico y que me mire pidiendo juego, auxilio, mimos, cariño. Entonces lo subo a mi cama y le acaricio, dejo que me rechupetee y luego empiezo a hacerle perrerías. Pero él se deja. Es tan rico. Parece mentira pero cuando estoy triste, viene y siempre me hace reír. Mueve su rabito y hace que me distraiga. Que solo centre mi atención en él. Que coja su juguete y por un momento me lleva a su mundo de can. Me envuelve en sus bigotes, en sus pestañitas, en sus manchas del hocico, en sus pezuñas... Hace que sea feliz.
Siempre me parecerá alucinante que un animal sea capaz de tener ese poder sobre las personas. Que haga de antidepresivo.

25 de julio de 2011

Cuando lloras

Pocas veces he visto llorar a un hombre. Será porque creen que llorar les hace menos hombres, pero lo cierto es que, las pocas veces que lo he visto fue una sensación especial. De repente ves lo frágiles y sensibles que son, lo que les duelen las cosas.
Que lloren por ti es bonito. Significa que hay amor y que duele el que tu digas o hagas algo que la otra persona ni aprueba. Es bonito, pero a la vez es una terrible sensación. Será porque no lo he visto muy a menudo, pero también hace que te sientas mal porque, obviamente, no quieres dañar a esa persona. 
Sobre todo recuerdo un día en el que tenía seis llamadas perdidas a las 12:06 de la noche. Era domingo. Y al ver tantas llamadas pensé en lo peor que me podía pasar en ese momento. Pero no. Lo cogí y escuché una voz destrozada, arrepentida y llena de dolor. Salí corriendo y extendí mis brazos. Ya le tenía y sentía ese sofoco, esas palabras entrecortadas. Era mi culpa, pero fue bonito saber que alguien te quiere tanto como para llorar por ti de esa manera.


“Cuando lloras,
se para el mundo,
y nunca se que decir…
Cuando lloras,
me derrumbo
y no me sale fingir.

Cuando lloras
las horas
le dan la vuelta al reloj.
Cuando lloras
a solas
me muerdes el corazón....”

Mi talismán

Es curioso: existe una canción que es capaz de hacerme sentir alegre y triste a la vez. Las melodías son marchosas, la letra: un poco triste. 
Y lo más curioso es que, para mí, esa canción significa muchas cosas. Buenos y malos momentos, besos, carias y lágrimas. Siempre que la escucho intento buscar la luna. Y lo hago por que me calma. Me tranquiliza perderme entre sus manchas oscuras, me tranquiliza pensar en el absoluto silencio que tiene a su al rededor. Es entonces cuando entro en mi más íntimo mundo.


En ese mundo en el que nadie, nada más que yo, ha podido estar. Quizá por eso la luna sea mi talismán: solo unos pocos han podido pisarla, acariciarla, observarla. Solo unos pocos saben como es. Supongo que todos guardamos para nosotros algunos sentimientos, que no siempre están presentes y que solo puedes describir cuando los estás sintiendo. En mi caso, cuando escucho la canción.
Pero lo más curioso es que: aunque esté escuchando la canción a todo volumen, al final escucho el silencio, como hizo Iniesta: 
"Escuché el silencio. Se paró todo. Es difícil escuchar el silencio pero en ese momento yo escuché el silencio..."

24 de julio de 2011

Algunas manías...

Odio despertarme antes de que suene el despertador. La sensación que se tiene el domingo de: “mañana a clase”. Dar vueltas en la cama y no poder dormir. Comerme un bocadillo y encontrarme la tira que envuelve el salchichón. El nestea. La mezcla del olor del tabaco y el café. El marisco. Que se me salgan las sábanas de la cama en mitad de la noche.

Odio saber antes de la hora de la comida que tendré algo que no me gusta. Que sorban la comida. El sonido a las 8 de la mañana de mi padre afeitándose. Su humor amarillo. Determinadas tonalidades del color verde. Que se me taponen los oídos. Al los basureros a las 7 de la mañana. A las viejas gritonas de mi bloque.

Odio a Norma Duval. A los pelirrojos. Pintarme las uñas y que se me estropee una al instante. Morderme la lengua. El pescado. Tener ganas de estornudar y que no salga. Acabar de vestirte y mancharte mientras desayunas. Correr para coger el autobús. La gente que respira fuerte en mi oreja. Que me dejen esperando en la cola para pagar y la persona que tiene el dinero se vaya a “coger algo”. Ir sola a comprar. Ver una alfombra arrugada.

Me crispa que digan “cocrequeta”. La gente pesada. A los que te llaman al móvil 15 veces “aleatoriamente” para venderte algo. La frase “tú verás lo que haces”. Que la gente silbe en mis orejas. Repetir las cosas cuatro veces seguidas. Las arañas y cucarachas.

Odio la sensación que se te queda cuando despiertas de una pesadilla. No saber explicarme bien. El olor a asfalto recién puesto. Que el de arriba haga obras todos los veranos. Que suene el móvil y te cuelguen justo cuando vas a cogerlo… Que se me metan piedrecitas en los zapatos. Que se rían de mi. Las pintas que me ponía mi madre cuando era pequeña. Que me cuelguen el teléfono. Ordenar la habitación y que al día siguiente ya esté hecha un desastre…

En conclusión: tengo muchas manías…

23 de julio de 2011

Talla universal

 Me estaba helando de frío mientras sacaba al perro a las 9 de la mañana. Sentía ese airecito que se agradece a las dos de la tarde, pero que tan temprano te hace odiar a la humanidad. Fue en ese momento cuando me puse a reflexionar y caí en que, a lo largo de nuestra vida, de una manera u otra, todos terminamos sintiendo las mismas cosas pero por distintos motivos.

Todos empezamos correteando a la hora del recreo cuando somos pequeños y terminamos yéndonos a la cafetería de la universidad para comprar algo de comer (o para quedarte toda la mañana ahí) cuando ya somos mayorcitos. Muchos hemos pasado de jugar a los gogos a ir a un parque a hacer botellón y, posteriormente, a quedarte un sábado por la tarde estudiando (aunque estos dos últimos ejemplos aún siguen siendo practicados).
Todos sabemos lo que es sentirse decepcionado, la horrible sensación que es decepcionar a alguien importante. Todos nos hemos creído enamorarnos de pequeños y nos hemos reído de mayores al saber lo que es el amor de verdad (ni punto de comparación ¡vamos!).

Todos sabemos lo que es sentirse mal. El daño que hace una palabra mal dicha o una palabra que nunca se dijo. La sensación de no saber si lo lograrás, el dudar de ti mismo, no creer en ti. Pero luego, sin darte cuenta, tu instinto depredador hace que sigas luchando en el ring.
Pero también todos sabemos, qué es eso de ser feliz, cómo es el sentirte parte de algo. Que te quieran. Qué significa estar vivo.

Así que, poco a poco llegué a mi deducción matemática de extrarradio de que: los sentimientos tienen una talla raramente universal.
Y tras mi gran descubrimiento, volví a casa corriendo porque ya no sentía los deditos de los pies...

22 de julio de 2011

Me gusta

Me encanta taparme con la sábana hasta las orejas, incluso siendo verano. Mirar la luna y pensar si algún día podré verla de cerca. Escuchar una canción y cantarla bajito mientras voy caminando por la calle. Intentar hacer algo antes de que pite el microondas. Hacerle perrerías a mi perro. Cerrar los ojos e imaginar que estoy junto al mar. El olor de las piscinas. El calor del sol. 

Me encanta saber que soy la primera en algo. Saber que soy especial. Llorar de la risa. Que la gente confíe en mi para contarme sus secretos. Saber que voy progresando. Que la gente se ría con mis tonterías.

Me gusta mirar a las personas mayores y sentir esa fragilidad y delicadeza que siempre transmiten. Ir andando y reconocer olores. La brisa del verano un día caluroso. Mirar a los perros que pasan, sonreír y decir: “miiiiraaa que guaaapo”. Pasar cerca de su casa y mirar hacia su ventana por si él estuviera haciendo lo mismo.

Me gusta hacerme la niña pequeña. Sentirme identificada con algo o alguien. Animar a la gente que lo pasa mal. Perseguir a mi madre por el pasillo porque tengo ganas de enredar. No dejar escribir a mi novio porque quiero darle achuchones.

Me gusta saltarme la parte blanca de los pasos de cebra. La sensación de comer el primer helado del verano. Compartir una coca-cola. Comer nocilla. Beber un colacao siempre que no estoy en mi casa. El olor del limpiador de la madera

Me gusta dar brinquitos por la calle. Todo aquello que tenga muchos colores vivos juntos. Hacer trocitos pequeños con las hojas de los matorrales. Sentirme guapa. Mirarme en todos los escaparates que encuentro. Me gusta gustarme. Sentirme útil, necesaria. Oler a él.

En definitiva: Me gusta ser feliz.